Contemplar el firmamento es sin duda unas de las actividades más relajantes, pacíficas y conmovedoras que ha realizado el hombre desde sus comienzos. La simple observación del cielo nos despierta también la curiosidad por el Cosmos y nos hace reflexionar sobre nuestra posición en el Universo. De esta forma es fácil pensar que la mayoría de las religiones e inclusive la filosofía misma provienen de un sin fin de preguntas que nos provoca la apreciación del cielo.
La isla de Holbox, ubicada en el noreste de la península de Yucatán, México, por tener una atmósfera limpia, libre de polución, y por estar en una posición geográfica privilegiada, nos permite observar el amanecer, el ocaso y las estrellas con una espectacularidad incomparable.
Los amaneceres en Holbox se pueden apreciar del lado más oriental de la isla donde se encuentra la caleta. Si se toma el ferry muy temprano, se puede apreciar desde las aguas tranquilas de la laguna cómo el Sol se alza en el horizonte como una bola roja y comienza a iluminar las casitas bajas del pueblo.
Durante el día, y según el clima, las nubes pueden parecer un tanto intimidantes al erguirse en grandes cúmulos hacia lo alto del cielo azul. Según la temporada se puede disfrutar de un cielo radiante y despejado o también resulta sorprendente ver tormentas alejadas que, entre luces de relámpagos, despliegan una cortina de agua sobre tierras aledañas.
El cielo siempre es digno de contemplación en la Isla, pero sin duda el evento celestial máximo está reservado diariamente a la apreciación del ocaso desde las playas de Holbox. Es común la invitación de habitantes del pueblo a reunirse en la playa a observar el atardecer y disfrutar de un momento agradable en compañía. Las amplias y blancas playas de Holbox dan hacia el noroeste por lo cual facilita laobservación del Sol durante su puesta. Cuando el Sol comienza a acercarse al horizonte, parece aumentar su tamaño de manera considerable, al mismo tiempo que disminuye su brillantez tornándose de un color rojizo parecido al de una antorcha ardiente. Las nubes dibujan formas cambiantes y se tiñen de colores violáceos, rojizos y morados.
Todos los días los atardeceres son distintos. Ya sea por la humedad del ambiente, la dirección del viento o las formas de las nubes, no es posible ver dos atardeceres iguales. Es curioso cómo tanto los turistas como los habitantes de Holbox quedan unos minutos paralizados y envueltos en la experiencia de la contemplación de un cuadro único, donde el Sol, las nubes, los pájaros y los pequeños botes pesqueros componen una obra de arte natural, única e irrepetible. A medida que uno convive con el pueblo y su gente, se puede entender que la contemplación del atardecer es un hito diario que nos une, ya que por un minuto estamos libres de preocupaciones e igualmente conmovidos.
Las noches también tienen reservado su espectáculo celestial. En algunas ocasiones, según el calendario lunar, es posible ver el magnífico nacimiento de la luna llena desde algún punto oriental de la isla. De la misma forma que se alza el Sol en las mañanas, la luna hace su aparición imponente un momento después del ocaso. Pero los días sin luna son más impresionantes aún. Al alejarse un poco de las luces del pueblo las estrellas cautivan a cualquier observador. Es común quedarse horas observando el cielo lleno de luces titilantes y nubes de polvo espacial.
Holbox es un lugar donde la convivencia se produce en el exterior. El techo que nos reúne es la bóveda celestial del espacio, contemplando este espectáculo diario es como nos relajamos y podemos reflexionar sobre los aspectos inmateriales de la condición de estar vivos. De esta forma nos desprendemos del ruido interno que nos provocan los objetos y las formas artificiales, para darnos cuenta que los astros y los elementos de la naturaleza son los que realmente nos mantienen vivos.
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